sábado, 21 de enero de 2012

FÁBULA


Érase una vez un pueblo imaginario sumido en una profunda crisis por culpa de los malos políticos. La gente sufría, no tenía trabajo, empezaba a pasar hambre, estaba triste, era cada vez más pobre, cundía la desesperanza, crecía la sensación de que los gobernantes no se preocupaban del pueblo y las cabezas más preparadas emigraban a otros lugares. La que en realidad mandaba, la que tenía el poder, era la Corporación del Lucro, formada por banqueros mezquinos y especuladores sin moral. La Corporación exprimía a los ciudadanos y los desposeía de sus propiedades. La situación era insostenible. El Mandamás del pueblo reunió al Consejo y preguntó si en las arcas quedaba dinero y si los graneros tenían grano para todos. «Por supuesto, Mandamás, no hay que preocuparse», le contestaron. «¿Seguro que hay suficiente?», insistió el Mandamás. «Seguro —respondieron al unísono—, hay suficiente para todos». «Pero, ¿para todos, todos?». «Sí, para todos los que estamos aquí».